Mira, no tienes ni todo el pelo que te gustaría, ni las uñas de todas las manos, ni por supuesto dientes delanteros. Para hacer el ridículo no vayas, te mirarán antes de oírte. Podrías peinarte a trozos, corregir tu postura a costa de que luego te duela el cuello el cuerpo o la cola por desnaturalizar tus movimientos para parecerte un poco más a lo que se espera debajo de esa farola, pero tú mismo sabes que no puedes impostar tanto.
Has visto lo que ocurre debajo de la farola. No es la noche no es la luz de bombilla que cae en barrena, que te inmoviliza, ni su olor. Es la gravedad horizontal el campo que se crea en torno a ti, con la norma, con todos los que en cada encuentro te rodeen. Un respiro restringido un calambre auricular.
Lo has visto. Al inicio, en la primera voz que todos pronuncian, olvidan, por “cuido”, que son animales de algún lugar, de algún hueco. El lugar lo marca la farola y descuidarte siempre será tu casa.
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¿De dónde se es? No eres de aquí. ¿Qué olor es mi casa? Flojera en algunas piernas al creer no saberlo. Quizá se esté poniendo triste por ti tu casa por no recordarla y lo estés sintiendo tú en tu propio cuerpo. Convivir con la pena no es una pérdida, es una muda, una sustitución. Quizá por eso también la caída del pelo. Entonces ruido alerta y de nuevo la noche. ¿No “es casa”, soy casa? Seseo y silbido por el hueco entre tus dientes.
Adèle Rosenfeld - Las medusas no tienen orejas
Seix Barral - 2023
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Te mueves arrastrando las manos.
Brisa fría, aroma de grasa y fuego con el hambre. Vas a ir. Lo repites pero esto también lo sabías. Cartón manchado caja de mondas confitura de arándanos coulis reducción de hígado y mechas de una gallina asada en trozos. Nos igualamos cuando nos ponemos en círculo, nadie más largo alto pardo flaco que el de al lado el de enfrente pero debajo de ese foco... ¿Por qué mudamos, por qué nos olvidamos? A la vez que la tristeza de la pregunta sientes de repente el terror de un imprevisto. Otra vez. Ahí la farola. Todas las calles tienen las mismas esquinas.
Ya está bien.
Hoy lo afrontas de frente y te sientas a su lado. No te hace falta cerrar los ojos porque la noche es el caldo en el que infusionan mejor tus recuerdos. Cuando estoy aquí me olvido de lo que quiero decir por lo que quieren que diga. Cuando estoy aquí me acuerdo de aquel que dijo aprender que no dijo elegir entre el bien y el mal que no dijo adaptarse. Cuando estoy aquí me olvido de mi silbido de aire. Para. Tu mirada vuelve en sí atropellada ante la ausencia. Sombra de mi sombra. No está encendida. Muerta. ¿Qué harán los perros? Quiero esperar.
¿La traicionarán por otro lugar, o se reunirán en la oscuridad de su mástil negro?
Hoy no reinará su lucero.
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No olvidar es mi naturaleza. No olvidar es mi naturaleza. No es inseguridad a salir perdiendo al ser comparado, es temor a que surja en ti una falsa nostalgia imparable por pensar que ya no eres lo que eras, que nada queda en ti de aquel olor. ¿Por qué la cita puede modificarme? ¿Quiere?, si yo soy un perro del aire, no tengo forma, ni pelo, ni dientes delanteros. Un momento, el aire, el aire es mi casa. Tembleque en el culo. ¿Puede serlo?
Todas las substancias en
Octavio Paz - Versiones de Oriente
Galaxia Gutemberg - 2022
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Uno a uno aparecen salidos de sus grietas cobijos y huecos. Comienzan a tentar sus asientos con dudas. No encuentran la referencia pero estás tú sentado a la izquierda, aunque estás distante. Nunca habíamos estado tan alejados, tan vagabundos. El frío negro te levanta las orejas. No se les oye avanzar pero sí evitar el círculo olfatear el rastro ausente de la luz amarilla sobre el suelo rascar con uñas a la espera de hallarlo debajo de la acera a treinta cuerpos de distancia de ti. Disjuntos, parecemos una alcachofa.
Qué morro tenemos, qué nos ha pasado. Sabes que la duda no durará mucho antes de que vuelvan donde salieron sin hacerse preguntas y comienzas a lamer tu sitio. Quieres tentar tú la línea. Al lamerlo el frío seco borra rápido el rastro de tu lengua y con el quinto intento te arrancas el primer mechón. Tu piel se excita y enmudece cuando el mismo frío la roza por primera vez. Tu pelo se adhiere al suelo que antes rozó tu lengua. Ninguno más mueve un hueso. De los que te quedan tú todos. Todos te miran.
Al sexto mechón le sigue un gesto. Junto a tu pelo rojizo aparece una mota azulada más larga y un hueco en el pelaje de otro. La secuencia se empieza a transformar. Se alternan os alternáis primero dos tres luego cinco diez colores diez pelos diez huecos todos los dientes menos dos. La línea se extiende comienza a cerrarse sobre sí misma. A ti ya no te queda nada que aportar. ¿Qué más nos puede faltar?
Mariana Enríquez - Nuestra parte de noche
Anagrama - 2019
Contraído y pelado te tumbas buscando el calor del día en el piso. ¿Quién enmudece la falta?
Dejas de ver y de oír.
Y sólo junto a tu costado derecho sientes un nuevo calor pegado, intermitente que huele a moqueta y a ajo, y a tu izquierda, más largas que tú mismo, dos grandes manchas templadas sobre tu lomo, una de cloro y otra de miel.
No puedes moverte pero ya no notas la ausencia.
Con un último silbido te dejas ir.
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Sobre el suelo una cadena de olores, a lugares a huecos a casas, cerrada con forma de lenguado.
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Fin
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Niño que sigues mirando la farola, qué trae contigo el aire, el olor claro el olfato la intuición de una imagen que huele, como el lugar donde te viste primero acostumbrado. Este es un cuento oscuro, en una noche sin luz, en un hueco, en la cabeza en la boca en la piel, de un perro solo.
0,011
Jaques Tati - Mon Oncle
Gaumont - 1958
Gracias por ser una de las 3,011x10^23 partículas que forman medio mol.
Nos veremos en domingo.