Están sentados al lado, en sentidos opuestos pero cercanos, viviendo la digestión y el aburrimiento en esa cantina del patio central de formas muy distintas.
Marco no está mirando sus pies colgando en columpio sino el suelo debajo. Nota el cristal frío de la mesa en la frente, las manos metidas entre el culo y el banco. Allende sí que mira lejos, dentro del museo, fuera de sí, también sus pies se columpian por la altura del banco pero sus manos parecen querer impulsarla hacia delante.
—No hay nada sucio aquí.— Marco mira unas migas en el borde de la mesa y vuelve a apoyar la cabeza en el cristal.
—Marco, ¿Qué fue antes, el sentido o la belleza?— Allende sigue mirando al otro lado del gran hall.
Marco hace rodar levemente su cabeza sobre la mesa para ladear la mirada y poder alcanzar a ver la melena enmarañada de su amiga colgando, sin columpiarse, sobre su espalda.
—Mi padre usa laca sobre las flores que ya no se atreve a tener más a remojo por miedo a que se pudran. Le dan a mi padre sentido las flores, imagino.
—Me canso. Vamos.— Alle libera por fin la tensión de sus manos saltando del banco y Marco sólo logra encontrarla con el oído, un minuto después, cuando buscándola entre la gente de paso le llega su nombre desde un pequeño punto verde y negro en la otra punta del hall.
—Vamos.— Piensa Marco. Transformando su confianza en Alle en convencimiento de acción.
Gianni Berengo Gardin - Toscana.
1965
…
Han pasado cuatro salas llenas de piedras con forma de gente. Personas desmembradas, amputadas o simplemente olvidadizas con alguna de sus extremidades o elementos faciales. También enteras, las menos. No sabrían decir si es gente fea, todo el mundo las mira con un interés ambiguo y guardan cierta distancia con ellas. No saben, son piedras.
Se paran delante de una que, por grande, le han colocado un banco delante para que la gente no se canse de mirar hacia arriba. Allende y Marco se agazapan debajo del banco. Sólo ven tibias, y pies. Alguna rodilla más bajita.
—Marco, ¿Tú si tuvieras un museo a qué te gustaría ponerle un letrero para contar su nombre?— Debajo del banco caben muy justos, como dos ratones que se miran de frente. Se notan crecer en esos momentos.
—Recuerdo que en la casa donde antes vivíamos tenía una pared en la que pegaba mis mocos. Cada uno era más joven que el anterior, el primero tenía otro color al último, cada día se hacían distintos, me hubiera gustado poder al menos anotar su fecha de extracción.
—¿Los cuidabas?
—No había necesidad, eran mocos. No sé. Cuido mi nariz de que no me sangre porque mañana necesitaré de ella algo más, otro moco, otro aire.— Marco no está pensando mucho en lo que dice, estar tan cerca de Alle siempre le pierde en algún lugar de ella. En sus manos al final de sus brazos, esta vez.
Allende oye a Marco hablar y lo siente confortable, como cuando oye la lluvia sola, escucha sus palabras y siempre las admira.
—A mí me gustaría exponer los restos de lo que fui, que soy yo misma hoy. Me gustaría tener un museo que no aspirara a la eternidad, que entendiera la belleza sin conocer la palabra misma, desde el instante que ahora es y que ahora es y que seguro que luego será, otro será. Me gustaría poder reptar por mi museo para disfrutar de ver la arena que cayó de mi bolsillo hace seis días al volver de robar dos margaritas al jardín de profesores. Y que pueda venir alguien más, reptando también, y diga que eran violetas.
—Tienes una miga del bocadillo en la ceja.
Con los dedos en pinza, Marco retira el resto de la frente de Alle. Ella se ha girado noventa grados para mirar hacia la sala, el culo le queda fuera de la huella del banco. Marco se da la vuelta sobre su propia espalda y con el lápiz del menú infantil anota bajo la suela de su zapatilla:
¿Quién sabe lo que quiere la montaña? ¿Quién sabe si no es ella ya la eternidad? Una un día otra otro, continuamente.
Poema entre la tierra y yo.
Julio Linares - Obra de nombre desconocido.
2019
…
“Hermano del pintor.” Leen en la placa de la pared.
— ¿Crees que alguna vez se dieron la mano?— Pregunta Marco que aunque niega andar “cojo”, carga ahora el peso de su cuerpo en una pierna más que en otra para no chafar el poema.
—¿Quién?
—El pintor y su hermano.
—Yo creo que se amaban, este cuadro no tiene ningún sentido.— Allende siente la duda razonable de si podría girar el cuadro boca abajo, sigue: —¿Quién le haría pintar así? ¿Quién le dijo que no podía dudar de la forma del amor cuando encontrase refugio en su cuadro? ¿Qué forma tendría para él el nombre de su hermano?
Marco, con cada signo de interrogación de Alle se pone más de puntillas para ver la pintura de cerca. —¿Evitar nombrar la palabra es buscar otras o gesticular más?— Dice de pronto.
Alle inclina la cabeza a un lado fingiendo mirar el cuadro para encontrar pronto con ella el hombro alzado de Marco, volviéndola a enderezar el instante después no sin haber vivido consciente el tacto de ese instante anterior.
—Cada palabra es una duda y una deuda eterna de imágenes, de composturas de la realidad en la que convivimos que encuentra un resumen vago pero liberador en la sucesión fonética. — Qué nervios, qué vergüenza y qué valor dominan a Marco para lanzarse a hablar así delante de Alle.—Las aprendemos de quienes las nombraron para nosotros por primera vez y esto ocurre así con todos los lenguajes. Pero las palabras cambian porque las alimentamos nosotros. Igual que cambian nuestros gestos, nuestro humor y la pintura. Las alimentamos de otras palabras para las que hemos elaborado imágenes en nuestra memoria que se acercan peligrosamente entre sí a la palabra alimentada, alterando la realidad previa por re-aproximación, por renovación de la convivencia. Educarnos no es más que desnaturalizar nuevas e inesperadas forma de convivencia, más que re-naturalizar el mundo a imagen de lo que queremos y esperamos de él, poniéndonos delante en lugar de dejarle que nos ponga en nuestro lugar. (…)
No son lágrimas lo que mojan la ropa de Allende, es la forma de un amor al que nunca ha sabido dar un sonido. Alle no está llorando.
—(…)Yo creo en una palabra ambivalente y pluritonal, que sabe dejarse nombrar sin agotar la capacidad continente de su forma, que reconoce su origen, su deriva e indeterminación, sus voces. Quiero ver dudar como derecho y ver leer como exploración de la posibilidad de cualquier nuevo convivir.
Los talones de Marco vuelven a tocar el suelo y con ellos toma consciencia del silencio de Alle, de su repentina bocanada de pamplinas y agacha la cabeza y camina hacia la siguiente sala, más frustrado que avergonzado por creer en lo dicho, más inseguro que curioso por dudar de si está dejando algo atrás.
Allende lo sabe todo. Cuando se asegura que sabe también a dónde va Marco y que podrá encontrarlo, saca su lápiz del menú y en el suelo debajo de su pie derecho escribe:
Nadie sabe
nadie aprende
más
que el que conoce—
y
entiende
su autobiografía.
Poema entre él y yo.
Vuelve a pisar ese trozo de suelo, y retorciendo el pie como si apagara una colilla sale corriendo por su amigo.
Denise Scott Brown - San Marco Square, Venice, 1956.
Soane Medal Lecture 2018.
…
Han vuelto al mismo lugar. El mismo banco, las mismas migas incrustadas en el borde de la misma mesa. Allende camina hacia Marco que ha cambiado de posición respecto a su punto de partida. Ahora él también mira hacia dentro del museo.
—Alle, escribir siempre me pilla en el peor momento. Perdona.
—Lo sé, a mí quedarme callada también. Pero hoy te he escrito.
—¿El qué?
—Un poema.
—¿Y dónde está?
—Ya no estará.
—Yo también te he escrito hoy un poema.
—¿Y cómo se llama?
—No lo sé lo pisé.
—Está bien.
—Alle, creo que la belleza fue a la vez que el sentido. Nadie la entendía ni la entenderá nunca, el sentido nació por ella, para intentar explicarla, intentamos retenerla porque explicarla no podemos.
—Bien dicho, pero tienes ahí un moco.
Ambos, sentados juntos, se reclinan hacia atrás para apoyar los codos sobre la mesa, los pies colgando y la mirada puesta en el cielo.
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Yorgos Lanthimos - Poor Things.
Film4 - 2023
"Soy un banquete cambiante, como los somos todos."
Gracias por ser una de las 3,011x10^23 partículas que forman medio mol.
Nos veremos en domingo.